Destellos de  días que ya no son me persiguen como  pasos de  asesino  dispuesto a terminar con todo. La casa grande de la primera infancia, la lámpara de pie, la sala. Los ojos de mi mama suplicando que  parara mis maldades, y cada piedrecita que se fue apareciendo en el camino, una increíble memoria tiene el tiempo que todavía no nos alcanza y que además tiene siempre la misma mala costumbre de perderse casi siempre cuando uno lo anda buscando para preguntarle donde guardo todas aquellas cosas que queremos tener de vuelta. Acusaciones persistentes como gotas que no cesan cuando   llueve mas adentro que afuera y no hay suficientes baldes. Te despiertas en la madrugada con ese silencio atragantado que quieres escupirle al techo y todo duele y todo sangra, pero mañana, probablemente mañana todo estará en su lugar y el tendero en el mostrador te preguntara como de costumbre si tuviste una buena noche, y tu  te enteraras muy a tu pesar que hace rato amaneció.

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